viernes, 25 de mayo de 2007

Ámsterdam, llena de vida ( Parte I )

Antes de describir Ámsterdam quiero dar las gracias a mi guía invisible, quien me facilitó mucha información de su puño y letra (digital, pero suya), fruto de sus pasos por esta ciudad hace un tiempo, y que en cierto modo, también me acompañó por sus calles. Algo que seguro le llevó un buen rato y que yo ni siquiera había pedido. Gracias Juan.

Como ya he dicho en alguna entrada anterior, Ámsterdam es una ciudad sorprendente, asombrosa, pero esto se debe a la gente que la ocupa, tanto o más que a su construcción.
Si bien los canales que la rodean en forma de círculos concéntricos son preciosos, así como las calles, plazas, y paseos, estos no serían nada de no ser por la inmensa cantidad de gente que ocupa sus terrazas, se mueve en bicicleta o pasea plácidamente.
Ocupada por turistas en algunas zonas (incluso el barrio rojo es lugar turístico durante las horas de luz), no llega a ser una ciudad que viva exclusivamente del turismo.
En Ámsterdam pasé dos días, el primero un lunes, con mis padres y con A. Tras unas 3 horas de conducción de un coche de alquiler llegábamos para dejarnos unos 23 € en parquímetro (no todo iba a ser bonito).











Y desde la impresionante Estación Central de Ferrocarril recorríamos todos las zonas de interés turístico, Barrio rojo, los canales, la Plaza Dam, el antiguo centro comercial Magna Plaza,















el fantástico patio interior de la casa de las Begijnhof con la casa más antigua de Ámsterdam y la única que se conserva de las construcción totalmente en madera (prohibidas tras varios incendios en la ciudad). Es impresionante abrir una puerta en una fachada austera como si fuera tu casa y adentrarte en el patio interior, dominado a medias entre una pequeña iglesia o capilla y unos preciosos jardines, bien cuidados.
También tuvimos ocasión de pasar por el mercado de tulipanes, con flores y bulbos para plantar (aunque de esto pondré fotos en la segunda parte).

Después de ver todo esto, parada y bebida, paseo tranquilo wok-away y de vuelta a Gante, para al día siguiente, devolver a mis cansados padres a su tierra, pocos de su edad aguantan lo que ellos aguantaron, pero se llevaron más recuerdos, de los que yo siquiera esperaba.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Cuando uno viaja, lo hace para conocer otros lugares, experimentar nuevas sensaciones, de alguna manera "respirar otros aires" que nos enriquecen y nos dan, incluso, una visión distinta de lo que somos. Pero ¿De que sirve todo eso si despues no lo compartes o lo transmites? Eso es lo que hice. Es como la culminación de mi viaje y me alegro que te sirviera. Gracias a ti.
Tu amigo invisible.