martes, 10 de abril de 2007

Amberes, caminata y buena compañía

Pues esta ha sido mi última excursión, Antwerpen... o Amberes, como la conocemos los castellano parlantes.
Después de varios días en los que mis ojos solo veían la pantalla del portátil, y mi cabeza solo pensaba en mi proyecto, necesitaba un descanso. Y aprovechando que en mi visita a Luxemburgo había conocido a Julián, pues decidí hacerle una visita y pedirle que me enseñara su ciudad (y digo suya porque es suya, tras 8 años desde que llegara a ella).

La llegada da una muestra de lo que se va a ver a continuación. Una estación de tren que parece un aeropuerto por su tamaño y un palacio por su construcción, simplemente preciosa. Con varios pisos, algunos de ellos en obras, ya que pronto dejará de ser estación final para ser estación de paso a través de un túnel que cruzará la ciudad entera por debajo.


Ya fuera, caminamos por el barrio chino, por la zona de estudiantes, por el centro y sus fantásticas plazas, casi contiguas y llenas de gente, con grandes construcciones bien cuidadas y llegamos hasta unas calles peatonales donde se hacen las mejores patatas fritas de Amberes, y que consecuentemente, no pudimos probar ya que la cola salía del local.


Llegamos caminando hasta el impresionante museo, que se yergue magnifico, sin dejar que otras construcciones se le acerquen, orgulloso de su envergadura y coronado por dos carruajes de bronce tirados por caballos y de un tamaño que deja perplejos a los que alzan la vista y los encuentran.



Resulta curioso ver en una ciudad tan clásica en sus construcciones un parque lleno de graffitis, pero es que en este en cuestión está permitido hacerlo, y en cierto modo es una pena, ya que en ocasiones se acaba pintando sobre otra imagen fantástica, de las de andamio, perdiéndose así la primera.



Después, llegamos a la parte más al sur de la ciudad, donde se encuentra la nueva ciudad de la justicia, preciosa, moderna, pero que no hace justicia al estilo del resto de la ciudad.

Por la tarde, y casi habiendo visto la ciudad por completo, tocaba seguir con la visita, y caminando entre callejones, y entre alguna pregunta del estilo:"¿Estás perdido, Julián?¿Sabes donde estamos?" Llegamos a una plaza, en la que entró delante de mí y se giró para ver la expresión de mi cara.
Nadie es capaz de imaginar, una veintena de metros antes de atravesar el pequeño arco de entrada, lo que va a encontrar allí. Perdonad la imagen, que es la fusión de varias, pero era imposible captar (con el angular quqe tiene mi cámara) por completo la envergadura de semejante iglesia. Esta es la más antigua de la ciudad, y fue obligatoria parada y agradecido descanso en uno de sus bancos, junto a un hombre que tocaba piezas clásicas al violín... sencillas, de las que hacen recordar los primeros años de conservatorio del abajo firmante.

Solo quedaba rematar la excursión con alguna cerveza en buena compañía, una pareja, amigos de mi anfitrión, y un bar de los que no se olvidan, por lo entrañables, donde siempre apetece volver a tomar otra.

En mi próxima visita, seguro.

PS. Haciendo click en las imágenes se hacen más grandes, espero que os gusten

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