Y es que si bien Cracovia no es una gran ciudad, ni está llena de belleza como Praga, ha resultado ser también una bonita ciudad, con la que concluimos nuestro viaje con una sonrisa en la cara.
Muchos pensarán que no merece la pena gastar 3 días de viaje en Cracovia, que no tiene tanto por ver. Pero nunca se acaba de conocer una ciudad, y no cambiaría ni uno solo de los días que pasamos allí.
Podría hablar de las muchas anécdotas: del tren nocturno y la policía polaca, del ruinoso edificio donde estaba nuestra habitación de lujo, etc pero las reservo para tener algo que contar a mi regreso.
La "mala salud de hierro" que acompañó el pie del arriba firmante y a su compañera de viaje hicieron que esta etapa de 3 días fuera más calmada que las anteriores.
Pero no es motivo de tristeza, ya que esta calma añadió un toque entrañable a cada paseo, a cada vista, a cada beso...
Pero... Res non verba, que entre tanta letra ya se han colado las imágenes de la gótica basílica de Santa María y una magnifica vista del río Vístula desde el castillo que aparece bajo estas líneas. Ni que decir tiene que también se ha colado un desayuno casi a las 11 de la mañana, de los que hacen historia (lástima que no aparezcan los zumos que vinieron a completarlo).
Y es que en ocasiones, el no correr de un lado para otro con afán por no dejar un detalle, y tomarse algo de tiempo para charlar abrazado a ella mientras el frío golpea vuestras caras se torna tan satisfactorio o más que lo primero.
Si algo nos llamó la atención de esta ciudad es su sonido; y la pena es que mi cámara, ciega del oído, no capta el continuo sonar de acordeones que pueblan las zonas más recorridas por turistas. En ocasiones la alegría de la música no da para compesar la tristeza de ver que quién toca apenas ha arrancado 8 o 10 tacos del calendario, y con sus manos sucias y poca precisión afronta otro día más en el que soportar el frío sentado en un minúsculo taburete. Tristemente esta imagen se repitió en varias ocasiones.
En otras ocasiones, la sorpresa se viste de "tocata y fuga en D menor" de Bach y exquisito recital por parte de dos acordeonistas perfectamente sincronizados; y algunas obras más que se apropiaron de mas de un cuarto de hora a cambio de la voluntad de los muchos que disfrutamos como si en la mismísima"Scala de Milán" estuviéramos. La música no entiende de lugar, y la puerta de una iglesia donde no caben más de 12 feligreses puede ser el escenario.
Curiosas imágenes aguardan ser descubiertas en un lugar como Cracovia, como este puesto de cerillas con algunas de 40 cm. de largo que bien podrían ser antorchas.Y como siempre, no se debe abandonar una ciudad sin probar sus delicias. Y dado que a solo unos 10 minutos del centro se llega a un campo tan grande casi como la vista abarca, pues allí que fuimos. Y estas excursiones desorganizadas permiten descubrir, con suerte, la feria local donde compartir de cerca la diversión de niños y mayores, y como no, su cocina tradicional.
Buen provecho para concluir este viaje.
Decidimos prescindir de la visita a Auschwitz, tristemente famoso campo de concentración en la época de la invasión nazi, tras conocer algunos detalles del mismo y ver algunas fotos. Hay lugares en los que el ser humano nunca debería verse.
Muchos pensarán que no merece la pena gastar 3 días de viaje en Cracovia, que no tiene tanto por ver. Pero nunca se acaba de conocer una ciudad, y no cambiaría ni uno solo de los días que pasamos allí.
Podría hablar de las muchas anécdotas: del tren nocturno y la policía polaca, del ruinoso edificio donde estaba nuestra habitación de lujo, etc pero las reservo para tener algo que contar a mi regreso.
La "mala salud de hierro" que acompañó el pie del arriba firmante y a su compañera de viaje hicieron que esta etapa de 3 días fuera más calmada que las anteriores.
Pero no es motivo de tristeza, ya que esta calma añadió un toque entrañable a cada paseo, a cada vista, a cada beso...
Pero... Res non verba, que entre tanta letra ya se han colado las imágenes de la gótica basílica de Santa María y una magnifica vista del río Vístula desde el castillo que aparece bajo estas líneas. Ni que decir tiene que también se ha colado un desayuno casi a las 11 de la mañana, de los que hacen historia (lástima que no aparezcan los zumos que vinieron a completarlo).
Y es que en ocasiones, el no correr de un lado para otro con afán por no dejar un detalle, y tomarse algo de tiempo para charlar abrazado a ella mientras el frío golpea vuestras caras se torna tan satisfactorio o más que lo primero.
Si algo nos llamó la atención de esta ciudad es su sonido; y la pena es que mi cámara, ciega del oído, no capta el continuo sonar de acordeones que pueblan las zonas más recorridas por turistas. En ocasiones la alegría de la música no da para compesar la tristeza de ver que quién toca apenas ha arrancado 8 o 10 tacos del calendario, y con sus manos sucias y poca precisión afronta otro día más en el que soportar el frío sentado en un minúsculo taburete. Tristemente esta imagen se repitió en varias ocasiones.
En otras ocasiones, la sorpresa se viste de "tocata y fuga en D menor" de Bach y exquisito recital por parte de dos acordeonistas perfectamente sincronizados; y algunas obras más que se apropiaron de mas de un cuarto de hora a cambio de la voluntad de los muchos que disfrutamos como si en la mismísima"Scala de Milán" estuviéramos. La música no entiende de lugar, y la puerta de una iglesia donde no caben más de 12 feligreses puede ser el escenario.
Curiosas imágenes aguardan ser descubiertas en un lugar como Cracovia, como este puesto de cerillas con algunas de 40 cm. de largo que bien podrían ser antorchas.Y como siempre, no se debe abandonar una ciudad sin probar sus delicias. Y dado que a solo unos 10 minutos del centro se llega a un campo tan grande casi como la vista abarca, pues allí que fuimos. Y estas excursiones desorganizadas permiten descubrir, con suerte, la feria local donde compartir de cerca la diversión de niños y mayores, y como no, su cocina tradicional.
Buen provecho para concluir este viaje.
Decidimos prescindir de la visita a Auschwitz, tristemente famoso campo de concentración en la época de la invasión nazi, tras conocer algunos detalles del mismo y ver algunas fotos. Hay lugares en los que el ser humano nunca debería verse.